.catarsis

No tengo a nadie con quien hablar y estoy enloqueciendo.

Hoy fue uno de los peores días para mi cerebro. Sí, no voy a negar que me vivo carcomiendo los sesos pero hoy fue particularmente desesperante.

Primero, vale aclarar que lo único que ingerí en el día fueron 2 tazas de leche descremada.

Hoy a las 3 de la tarde tuvo lugar el cumpleañitos feliz (dicho esto con todo el sarcasmo posible) de mi adorable hermanito (idem anterior) de cinco años, en el cual hubo TORTA, PANCHO, y SNACKS de todos los colores y por los cuales mi estómago se revolvió de repulsión. Sin mencionar que ver a la gente ingerir y deglutir me afecta enormemente, no tenía ni la más mínima intención de arruinar el ayuno de tres días y, francamente, nada de toda esa comida se me hizo siquiera apetitosa. Ew. Asco.

Toda la tarde vi la escena desde afuera. En el saloncito me tomé un café bastante grande y charlé un rato con mi tía, mi madre y su ex marido. Charlas triviales, charlas... pelotudas. Yo no dejaba de pensar en cómo me podía haber puesto una pollera de jean gris clarita con estas piernas inmundas y cómo, santo dios, cómo llegué a esto.

Hace un año, antes del bendito tratamiento, soy consciente de que era delgada. No demasiado, pero bien. Pesaba 39 kg con mi estatura de 1.55 m, lo cual no es una gran thinspo para nadie pero no es desagradable tampoco. OK. Después del tratamiento (al que tuve que someterme por asuntos familiares, escolares y demás, y que, dicho sea de paso, no era para tanto pero mi familia se preocupaba y que incluyó despojarme de internet entre tantas otras cosas), me devolvieron al mundo exterior con este peso desagradable de cuarenta y mucho. Lo odio. Este no es mi cuerpo. Mi cuerpo está escondido debajo de este otro. YO estoy escondida debajo de estas sobras. ¿Dónde estoy? ¿A dónde me fui? Me extraño.

Pues estuve torturándome la mente con esto todo el día. No es para menos. En realidad es algo constante de todos los días pero hoy, por alguna razón, fue peor.

Creo... que la razón fue hablarlo. Si yo no hablo las cosas las soporto. Si yo sólo las pienso, entonces las manejo, las controlo. Cuando las hablo se me van de las manos.

Mi tía se quedó en casa después del cumpleaños para cenar. Fue con mi mamá al supermercado y trajeron muchas cosas. Mi mamá, que ya se le pasó lo de "sos una anoréxica enferma", entiende lo mal que me siento como estoy y no quiere que me sienta mal. Ya no me obliga a comer. Los pasados tres días fueron más o menos así:

-Ari, voy a hacer tostadas para desayunar. ¿Querés?

-No, mami, gracias.

-¡Bueno! :)

-Ari, ¿comés fideos con queso?

-No, mami, gracias, no tengo hambre.
-Bueno, ¡no problem!

Yo no lo puedo creer. Supongo que la deja tranquila que como ensalada. Zanahoria y lechuga, religiosamente, si ella está en casa. Si no, nada. Y ella sólo está en casa domingos y lunes. Los otros días se va a las ocho de la mañana (yo duermo, ahora que renuncié y todavía no empecé la facultad) y llega a las nueve, nueve y media de la noche.

Pues ya no tengo esa presión de "COMÉ, NENA, COMÉ O TE REVIENTO".

Entonces volvieron del supermercado y, como decía, mi mamá, que entiende que no me siento bien como estoy y ACEPTA (gracias, dios santo, gracias por esto) que quiera bajar de peso (aunque no sabe que quiero bajar diez kilos en vez de cinco, como le digo) trajo del súper yogurt, frutas y verduras para mí. Genial. Disculpame, seguramente no coma nada de eso pero gracias igual, ma.♥

Mi tía quiso hacer milanesas con papas y batatas. MÁS engordante no podía ser, ¿no? ¿Querés echarle 500 gramos de manteca también? En fin... cociné yo, porque cocino bien y me gusta. En realidad aún no está terminado, está todo en el horno (las milanesas NO iban a ser fritas). El tema es que mientras preparaba la comida, la conversación se dirigió hacia el lado de las comidas:

Mamá: -¿Viste, Ro, la cintura que tiene Ariadna? Es impresionante, ojalá yo tuviera esa cintura.

Tía: -Sí, tiene unas formas preciosas.

Yo (no pude evitarlo): -Por dios, estoy obesa, déjense de joder.

Mamá: -Qué decís, vos porque sos una exagerada.

Tía: -No estás gorda. Un poco rellenita capaz.

Puñalada al corazón Nº 1.

Yo: -............................ (sufrimiento interno)

Mamá: -No, no está rellenita, está re bien así. Yo la miraba la otra vez que no sé qué estaba haciendo parada y tiene un cuerpo bárbaro.

Yo: -Tengo que bajar de peso, ma. Cinco kilos al menos.

Mamá: -Cinco kilos es mucho, Ari.

Tía: -Yo creo que cinco kilos estaría bien que baje, eh.

Puñalada al corazón Nº 2.

No es que no lo sepa. Lo sé. De hecho quiero bajar 10 kg. Pero que otra persona lo diga es terrible. Es la realidad cacheteándote directamente. Además, a mí NUNCA me dijeron ni que estaba gorda, ni que debería bajar de peso ni nada, jamás. Mi cerebro no pudo soportar esto.

El resto de la conversación se destinó en programar mi dieta. Por el amor de dios. "Comé verdura, pollo, frutas..." Yo SÉ lo que es una dieta, ¿ok? Sé TODO sobre dietas, calorías, nutrición, ejercicios. Todo. Empezaron a diseñar las comidas que debería comer, ¡NO! NO voy a comer. No. Menos después de esta conversación espantosa. Me traumó.

Me sentí más horrible de lo usual. Obesa, deformada.

Se imaginarán que después de este episodio no pienso dejarles una foto de mi cuerpo actual porque me van a odiar como me odio yo.

Les dejo una thinspo que tengo hace mucho tiempo: