No me acuerdo qué día de la semana pasada me desperté sintiéndome horrible, no emocional sino físicamente. Cuando fui al baño, la luz de la ventana me apuñalaba el cerebro así que fui al de abajo, tratando de no accidentarme en la escalera (realmente me sentía tan mal que no podía), que no tiene ventana y me quedé sentada en el piso, con la luz apagada y la cabeza arriba de la tapa del inodoro, agonizando. Una imagen preciosa. Al poco rato baja mi madre y, así como estaba yo de enferma, tuve que soportarla gritándome (la justicia no existe) porque, cuando me paré del piso para trasladar o más bien arrastrar mi existencia los diez metros que separan el baño del sillón del living, se me revolvió el estómago de la forma más increíblemente intensa (no entiendo la razón porque no había comido en todo el día anterior) y terminé hecha una bolita humana temblorosa en el sillón, nuevamente agonizando pero esta vez peor. Y mi vieja diciéndome que eso me pasa por alimentarme para el carajo (??) (o sea, imposible que me despierte con ganas de vomitar por esa razón si no comí nada, así que no me jodan) y un consecuente sermón acerca de la nutrición y lo importante que es la comida. Por dios, haceme el favor de callarte. O sea, ¡mujer!, estoy enferma, me siento desesperadamente mal y en vez de ayudarme me gritás desaforadamente. Le dije eso y otras cosas pero no paró, seguía y seguía y siguió por quince minutos hasta que me puse casi a llorar de lo mal que me sentía y me transformé en un trapo de piso, más pálida de lo normal y con los labios transparentes, y me retorcí en arcadas convulsivas. Qué lindo. Vomité jugo de manzana, lo único que tenía en la panza. Al final me terminó diciendo que eso a ella le pasó muchas veces y que todos los médicos le dijeron que es nervioso y no gástrico. Bueno, pero la puta madre que te parió, entonces ¿para qué mierda todo ese sermón sobre la comida totalmente al pedo que me tuve que bancar, encima sintiéndome mal? ¡Dios! Decí que te adoro, mamá, si no es para matarte (y hay un historial de razones).
Posteriormente estaba tan débil que cada vez que me levantaba del sillón me mareaba y me daban nuevas arcadas dolorosas, así que pasé cinco horas entre durmiendo y agonizando en el sillón. En un momento me despierta para que almuerce y yo le pregunté, amable y débilmente, si se había drogado, porque era evidente que no podía comer en ese estado ni en pedo. Envuelta en un acolchado que me había traido cuando decidió dejar de gritarme para ocuparse de mí como una madre, caminé unos pasos a la mesa para darle el gusto de comer un cubito de zanahoria de un centímetro pero el olor del huevo hervido casi me revienta las entrañas y me sentí peor. Volví a mi refugio de moribunda en el living y ahí quedé depositada hasta equis momento en que me desperté y, si bien estaba débil, me sentía mejor y traté de continuar con mi vida. Igual no pude.
Me había enfermado, o eso deduzco yo, porque obviamente al médico no fui. Tuve un poco de fiebre después de ese episodio y me mareaba constantemente. De todos modos hice lo mejor posible las cosas de la carrera, aunque odié no poder hacer más ejercicio esos días.
Ahora estoy perfectamente recuperada, resucitada. Me duelen las pantorrillas, me duele la cabeza, me hace ruido el estómago cuando troto de lo vacío que está y también me duele, pero a pesar de eso --o más bien por eso-- me siento tan bien... Hoy me levanté ridículamente temprano (a la una y media de la mañana) y a las seis hice mi nueva rutina diaria matutina, incorporada hace pocos días, de elongación y yoga durante media o una hora, y después algo de gimnasia. Es una forma hermosa de empezar la mañana mirando el amanecer. Además hacen dos grados de temperatura y soy feliz por eso. Todavía me quedan muchas horas del día para hacer más ejercicio, yay :D Sí, sigo hiperkinética como en la entrada anterior aunque un poco menos.
Al margen: una gente que quiero y que hace mucho que no veo (no me relaciono mucho con la gente, incluso con la que me agrada) me invitó a una reunión el domingo que viene. Por joder le pusieron nombre e hicieron página del evento en Facebook. ¿Cómo se llama? Fiesta de magdalenas. La puta madre, ¿cómo me van a invitar a una fiesta de comida, me están cargando? O sea, el centro, el núcleo, el motivo de la juntada es... ¿comer magdalenas? Ojo, me parece copado y tierno, se junta en los bosques de Palermo un grupo de gente que quiero a tomar té con magdalenas (muffins, digamos) y charlar toda la tarde al solcito de septiembre. Pero... no, comida no. Voy a tener que o rechazar la invitación, aunque no quiera, por la comida, o ir y estar rodeada de muffins (que, quieran o no, son deliciosos) y no comer ninguno con lo cual: 1) quedo mala onda y sin una buena razón para no estar comiendo y, aunque eso no me importa, lleva a que 2) me tenga que bancar que me insista todo el mundo y 3) tolerar la tentación constante. Odio esos compromisos que giran alrededor de la comida. Además estoy en una carrera y, si bien ese día la carrera indica un máximo de 500 (sólo ese día), no pienso ni en pedo comerme una magdalena, o sea, no. No sé qué voy a hacer. Me refiero a ir o no ir, porque comer o no comer no es una duda en absoluto.
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